La lectura de un artículo publicado en el mes de noviembre en Página 10 generó en nosotros una pregunta aparentemente simple: ¿Cuál es nuestra música? O de manera más específica: ¿Cuál es la música de la región andina nariñense?
Nuestro propósito no será dar una respuesta definitiva al respecto, sino por el contrario reconocer lo difícil y necesario de ponernos frente al espejo de nuestra cultura. Para tratar de responder a la anterior pregunta es imprescindible examinar la noción de identidad colectiva, es decir los rasgos culturales propios de un conjunto de individuos que lo caracterizan frente a otro grupo. Dicho problema sobrepasa ampliamente el propósito del presente artículo, sin embargo resumiremos brevemente la situación, en primera instancia desde el punto de vista etnográfico.
Frente a este punto podemos decir que en la región montañosa del departamento de Nariño predomina la ascendencia amerindia (57%) frente a la europea (39%) y africana (3,6%) [1]. Hoffman nos indica que para el año de 1776 la provincia de Barbacoas contaba ya con 4.134 negros libres, 2.388 esclavos, 1736 indígenas y 907 blancos [2], en tanto que la provincia de Pasto contaba con 12.300 indígenas, 7.700 mestizos, 6.200 blancos y 740 esclavos para el año de 1806 . Es de notar que las vías de comunicación terrestre del municipio de Pasto con la costa pacífica (que incluso fue nombrada como Departamento de Tumaco a principios del siglo XX) ha sido y sigue siendo aun muy difícil, y en ciertos sectores es casi impracticable.
Estas circunstancias hacen que la influencia de la cultura afro en las tradiciones de la región andina nariñense —y particularmente en el municipio de San Juan de Pasto— sea de poca importancia. Incluso dentro del marco del Carnaval, que según el PES tiene su origen en la fiesta de negritos , la relevancia de las expresiones culturales afro es secundaria. No obstante, es necesario un estudio al respecto, pues a mi conocimiento, no existen trabajos publicados sobre dicho tema.
Es cierto que en los últimos años la música de marimba ha tenido un reconocimiento mayor con relación a un pasado no tan lejano, sin embargo es aún muy pronto para sacar conclusiones al respecto. El desarrollo de dichas músicas —no solo en el departamento de Nariño— merece que tomemos el espacio necesario para ello en un artículo aparte.
Diremos entonces que la música nuestra es aquella donde predomina la ascendencia indígena? Y si tal es el caso, cuales son las características de dicha música? (desarrollo formal, organología, sistema de alturas, tratamiento de las duraciones…).
Por otra parte, si en lugar de tomar como punto de referencia la etnografía del departamento, basamos nuestro análisis en la realidad actual de la música popular y tradicional del municipio de San Juan de Pasto, el problema es mucho más complejo. Nos servirá como ejemplo la fiesta por excelencia de la ciudad: el ya mencionado Carnaval de Negros y Blancos (¿o Blancos y Negros?). La programación oficial de los tablados (2015) cuenta con un total de 50 grupos repartidos en diferentes categorías: 19 orquestas (formato tropical bailable), 14 grupos de Rock (o música de los 60’s), 6 grupos de música Andina, 6 grupos de música regional bailable y 5 variados (reguetón, salsa urbana...). La anterior clasificación es hecha casi exclusivamente desde el punto de vista organológico, es decir con relación al tipo de instrumental utilizado. Así, una orquesta como Medardo y sus Players (que no estará presente en la programación), si bien tiene un instrumental originalmente utilizado en las orquestas de salsa, interpreta una música inspirada principalmente en el folklore de la región andina del Ecuador.
A lo anterior podemos añadir las murgas presentes en los desfiles, sin embargo este tipo de agrupación no propone un evento puramente musical sino que está ligado al recorrido del desfile correspondiente, donde raramente el auditor puede apreciar una pieza en su totalidad. Todo lo anterior sin contar con los eventos programados de manera independiente. Lo paradójico es que el ya citado PES, propone el fortalecimiento y fomento de las musical del carnaval: apoyando la música regional, campesina, andina y rock y la valoración y reconocimiento del….aporte de las culturas afro .
Según los anteriores datos, ¿Cuál es entonces “nuestra música”? La primera hipótesis, un tanto apresurada, sería decir que la tímidamente llamada música regional bailable es la que representa nuestra región. Si así lo es, porqué su presencia es tan débil frente a otro tipo de agrupaciones, específicamente las orquestas formato tropical-bailable, cuyo repertorio se constituye en su mayoría de la llamada música salsa? Y la pregunta más importante: ¿Qué tipo de música interpreta este modelo de agrupación? La respuesta, aun mas apresurada, será que se trata del muy conocido Son sureño.
Ahora, si bien la mayoría de pastusos lo bailamos, lo disfrutamos e incluso lo cantamos, pienso que es hora de realizar una investigación digna de ese nombre que retrate nuestro ritmo por excelencia. Acordémonos de Borges quien ya en 1925 escribía: “Nuestra realidad vital es grandiosa pero nuestra realidad pensada es mendiga” . A mi conocimiento solo existe una publicación dedicada a esta materia que, desde el punto de vista musicológico, no tiene mayor validez, pues en lo que concierne a la descripción y análisis del Son sureño incluye únicamente anécdotas, generalizaciones y apuntes pseudo-musicales que no clarifican las características estructurales propiamente dichas. Un ejemplo de una de las mencionadas descripciones:
“Al analizar los discos de la Ronda Lírica concluimos que allí el bambuco se hace como son sureño. Este es un ritmo ternario que en cada tiempo se siente la pulsación de tres: Ta, pa, ta, Ta, pa, ta, Ta, pa, ta. El bambuco es binario y ternario, entonces el bajo lleva dos notas por cada tiempo: tun, tun ¡ta! : tun tun ¡ta! Es igual al bajo que lleva el son sureño. La influencia del bambuco está ahí.”
Volviendo a la problemática de la identidad, quisiéramos subrayar la dificultad de dar una respuesta objetiva y clara a la pregunta que nos planteamos al inicio de este artículo, sobre todo en la actual era de las telecomunicaciones. Así, muchos jóvenes y adolescentes de nuestra región se sentirán mas identificados con Metronomy, Sidestepper o Los Van Van , que con los Realeros de San Juan o La Ronda Lírica. Están ellos en un error? Desde mi punto de vista, definitivamente no.
Este fenómeno es consecuencia de la uniformización de las diferentes colectividades gracias a la sociedad de consumo y a la masificación de productos culturales a través de los medios de comunicación, en especial el Internet, que ha hecho que nuestros conceptos de espacio y tiempo sufran cambios radicales. Sin embargo existe otro grupo que trata de resistir a este tipo de uniformización por medio de la exaltación de las diferencias culturales a través de grupos de folklore o de fusión. Pero —como dijimos anteriormente— si no existe un trabajo de investigación serio y un acompañamiento a los sectores protagonistas de la tradición, se pueden generar propuestas que — aunque hechas con buena voluntad— caerán muy fácilmente en los cánones del mercado actual desvirtuando los elementos que probablemente pretenden rescatar. Necesitamos re-conocernos.
De ahí el apuro, la diligencia y el temor que generan estas incertidumbres. Octavio Paz vislumbró esta situación para la sociedad mexicana en el ya clásico Laberinto de la soledad. Sus palabras nos pueden servir como un eco y un aliento para seguir buscándonos sin cerrarnos en un muro de segregación, pero también sin alejarnos del tiempo y del espacio en que vivimos:
“Nuestra soledad tiene las mismas raíces que el sentimiento religioso. Es una orfandad, una oscura conciencia de que hemos sido arrancados del Todo y una ardiente búsqueda: una fuga y un regreso, tentativa por restablecer los lazos que nos unían a la creación.”
* Nacido en San Juan de Pasto, ha realizado estudios de percusión, musicología, composición e informática musical en Colombia, Francia y Suiza. Ha sido becario del Intituto Departamental de Bellas Artes (Cali), del proyecto franco-colombiano el Puente de las artes, de la Fundación Simón Patiño (Bolivia-Suiza) y de la ciudad de Ginebra. Su preocupación estética, caracterizada por la exploración de un universo sonoro múltiple y heterogéneo, se basa en trabajos de investigación etnomusicológica, formalizados mediante herramientas de CAO (Composición Asistida por Ordenador) y en la relación del sonido con otras formas de arte. Sus obras han sido interpretadas en varios paises (Alemania, Argentina, Bélgica, Colombia, España, Francia, Italia, México, Suiza…)
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